martes, 31 de agosto de 2010

LA EXPERIENCIA Y LOS CONSEJOS DE UNA URUGUAYA EN VIETNAM

Hola a tod@s!!, después de mucho tiempo sin entrar en nuestro blog, y visitando hoy algunas web sobre Vientam, he encontrado la experiencia y los consejos de una uruguaya en Vietnam que me han resultado muy interesantes, eso sí, es muy largo y necesitáis tiempo para leerlo con calma.

La propuesta es revivir algunos recuerdos de ese mundo lejano: Vietnam. Lejano en todos los sentidos... no sólo por la distancia geográfica sino fundamentalmente por la distancia cultural que nos separa.

Algo que debo decirles, antes de embarcarnos en este viaje. Uno tiene dos posibles posturas frente a Vietnam. Una, es dejarse robar el alma por la pobreza, espantarse por los olores que sin duda van a sacudirlos, por los bemoles de una economía que si bien comienza a despegar tiene todavía un gran tramo por recorrer, horrorizarse por algunas imágenes con las que tropezarán por las calles y que son los fantasmas vivientes de la guerra... Esa imagen de Vietnam, existe. Es el estigma de una guerra que ya no sangra pero que cuesta cicatrizar y duele porque de alguna manera, esa realidad es consecuencia de los actos del hombre, es como un espejo en el que vemos reflejado nuestro lado más oscuro.

Pero también hay una segunda visión o lectura de la realidad vietnamita. Más positiva. La de visitar el país como observadores curiosos, con el espíritu abierto a lo desconocido, a lo diferente. Con el ojo atento a ir descubriendo lo folclórico, lo pintoresco, la simpleza y a la vez la trascendencia de las historias cotidianas, el porqué de sus tradiciones y costumbres religiosas. Si uno hace el intento, desechando preconceptos occidentales, es posible encontrar en Vietnam un mundo mágico, el de la belleza de su entorno natural con la fuerza del verde, del amarillo de los arrozales, la paz en la mirada de las mujeres campesinas con sus sombreros cónicos trabajando la tierra o la insólita lógica de sus escenarios urbanos... Los sonidos y los sabores de una sociedad que ha sobrevivido y se ha reinventado después de un siglo de enfrentamientos entre sus antiguas civilizaciones y las mentalidades modernas de occidente.

Si se fijan en el mapa, Vientam recorre de norte a sur una distancia de 1600 kilómetros. Tiene forma de letra S. Más ancho al norte y al sur, y finito en el centro. Incluso hay un punto en el que el país tiene solo 50 kilómetros de ancho. Atrás quedó la división Norte y Sur. Hoy hay una sola Vietnam. Pero sus escenarios son bien diferentes al Norte, al Centro y al Sur. Y sería imposible recorrerlo todo. Por eso y solo por eso, es que en el Mapamundi de hoy, nos vamos a concentrar en la región del norte de Vietnam, por seguir un orden lógico. Y nuestro punto de partida será la ciudad de Hanoi, su capital.

Para entrar verdaderamente en el clima de Vietnam, debo contarles cómo fue nuestra llegada que, de por sí, fue bastante ilustrativa. Tres días enteros viajando o esperando por las conexiones en los aeropuertos. Seis escalas antes de llegar a Hanoi: Montevideo-Buenos Aires-Ciudad del Cabo- Johannesburgo-Kualalumpur-Saigón y finalmente, Hanoi, al norte de Vietnam. Para nosotros, queda como en el fin del mundo.

El aeropuerto de Hanoi... un caos.

En la sección de Arribos, sólo una cinta por la que circulaban todo tipo de bolsos, bolsas y cajas de cartón recubiertas de cinta plástica. Por esa cinta debería circular nuestro equipaje que había sido despachado desde Montevideo, directo a Hanoi... ¡Qué ilusos! Obviamente llegó la mitad. Entre las piezas que faltaron estaba mi valija. Bueno, empezaba la historia. ¿A quién hacer el reclamo? El aeropuerto era un mar de gente que corría de un lado al otro, cada cual en sus asuntos. En eso divisamos un stand que, dedujimos, sería el de reclamos. Como nosotros, había varios extranjeros, furiosos, protestando en todos los idiomas. Del otro lado del stand, dos vietnamitas uniformados con cara de signo de interrogación, agobiados por tantas quejas, con muy poca pinta de solucionar problemas. Pero eran nuestro único recurso. Allí descubrimos que el idioma iba a ser un verdadero inconveniente.

El inglés de los vietnamitas es muy limitado y entenderles es a veces, imposible. El idioma de los gestos y los signos es más efectivo. A todo esto, se suponía que alguien nos iba a estar esperando en el aeropuerto. Alguien del Gobierno; un oficial que habría de acompañarnos en todo nuestro trayecto por Vietnam. Tengan en cuenta que es un país comunista y que suelen sospechar de los periodistas que llegan de visita. Supuestamente su presencia sería para colaborar con nuestro trabajo y facilitarnos los permisos, pero en realidad, el objetivo final del Oficial era asesorarse de qué era lo que filmábamos. Por fin apareció. Bajito, no muy flaquito -como son casi todos los vietnamitas, tez café con leche, pelo negro retinto y lacio. Pinta más bien de "bonachón" que de "botón". Tiró algunas palabras en un idioma incomprensible. Estaba claro que no era vietnamita, pero ¿en qué hablaba este señor? Después de unos minutos de concentrarme me di cuenta que era un intento de español. Parece que había vivido un tiempo en Cuba y claro, él estaba convencido que hablaba español. Es más, tradujo su nombre. Se nos presentó como Mr. Juan. Nos terminó cayendo simpático Mr. Juan. Más tarde nos daríamos cuenta de que su presencia era bastante intrascendente. No colaboró pero tampoco estorbó. Sólo estaba ahí. Es que resulta que en Vietnam hay un dicho: "El gobierno hace que le paga a sus funcionarios y los funcionarios hacen que trabajan".

Pero en ese primer momento en el aeropuerto, por suerte, nos ayudó a entendernos con los oficiales de Reclamos. Las valijas aparecieron... Dos días más tarde, pero aparecieron.

Una ciudad con diez siglos de historia

Hanoi la ciudad de los lagos, los parques verdes y los bulevares arbolados... Un millón de habitantes y casi otro tanto de bicicletas y motocicletas circulando desordenadamente por las calles y avenidas. Una ciudad que significa cosas diferentes para generaciones diferentes. Vive a un ritmo más tranquilo que Saigón al Sur. Ha sido la más resistente a los cambios y reformas económicas. Mantiene, entonces, un perfil más auténtico y tradicional. Perfil que encaja más con la generación de veteranos, aferrados a sus costumbres, reacios por experiencia propia al contacto o apertura hacia la mentalidad occidental. La generación de los jóvenes, en cambio, menos apegados al pasado, prefieren el ritmo ágil y los toques de modernidad que hoy visten a Saigón. Pero para los turistas, Hanoi es el escenario ideal para acercarse a la historia de Vietnam.

El sitio donde hoy se levanta Hanoi, estuvo habitado desde el Neolítico. Fue proclamada por primera vez capital en el Siglo XI, durante la Dinastía LY. El entonces Emperador Ly Thai To -dice la leyenda- vio emerger de las aguas del lago, la figura de un dragón, símbolo del poder real y por eso la bautizó Ciudad del Dragón Ascendiente. La verdad es que a lo largo de los siglos, ha cambiado varias veces de nombre. Hanoi que quiere decir Ciudad junto al Río; nombre final que le dio el Emperador Tu Doc de la última dinastía, en 1831. Y el río que evoca su nombre es el Río Rojo, que atraviesa la ciudad y desemboca en el golfo de Tonkin, conformando el delta del norte y una de las principales regiones de cultivo del país.

Las calles del centro de Hanoi, vienen a mi memoria con imagen y sonido. La imagen, es la de grandes edificios color ocre, de la arquitectura colonial francesa y amplias avenidas como ríos de gente, no caminando sino en bicicleta o motocicleta, unos pegados a otros, sin dejar espacio para los autos, que de hecho casi no se ven, ni para los transeúntes. No se respetan los cruces, ni las cebras... No frenan, sólo esquivan. Y el sonido... el de las bocinas. Suenan constantemente. Cuando te están por pasar por arriba o cuando te divisan a unos 10 metros, o por las dudas. Siempre suenan. Cruzar la calle en Hanoi, no es para cardíacos. No cometan el error de pensar en cruzar rápido. Crucen a paso lento pero seguro, mirando siempre al horizonte... son las motos las que van a calcular a la distancia por qué lado los van a esquivar.

Desde la ventana de mi hotel, en un piso 10, la imagen de la calle parecía una caricatura: miles de sombreros cónicos sobre ruedas. Por las veredas, caminando o mejor dicho trotando, siguiendo siempre el mismo ritmo, mujeres vietnamitas cargando sobre sus hombros un palo con un canasto de bambú en cada extremo, conteniendo frutas o verduras. La sensación térmica, también inolvidable... mucho calor, demasiado, y una humedad insoportable. Recién entonces entendí la función del sombrero cónico: hacen de sombrillas. Me compré uno enseguida. Siempre hay quien los vende por la calle. "One dólar". Siempre hay alguien que vende algo y que sigue o persigue a los turistas... postales de Vietnam, Libros de la Guerra como el típico de Graham Green, The Quiet American. Y todo a un dólar. Los vendedores callejeros no entienden el "No". Ni el "No gracias". Ni el "¡No, basta!" Los van a perseguir con la misma oferta todo el camino y hasta el baño del hotel si es necesario. Mi guía me explicó la fórmula. Sólo una palabra logra persuadirlos: "corroi". Quiere decir, "ya tengo" y es mágica. Y es lógico, si ya tengo, para qué voy a querer otro.

Un descanso en silencio

La Guerra de Vietnam también pasó por el norte pero las partes afectadas por las bombas, en Hanoi, fueron reconstruidas. Veinte siglos de historia pasaron por esta ciudad y muchos de sus testimonios siguen en pie. Y entre los más antiguos, el Templo de la Literatura. Un lugar manso y silencioso, ideal para escapar de los ruidos de las calles.

Un punto que aclarar antes de entrar: los templos en Vietnam, a diferencia del concepto que tenemos nosotros y el resto de Oriente, no son lugares religiosos para la adoración de los Dioses, sino construcciones levantadas en honor a figuras importantes de la historia. En el caso del Templo de la Literatura, el tributo fue para el pensador Confucio, nacido en China en el año 550 Antes de Cristo. Su filosofía contribuyó enormemente a moldear el sistema social vietnamita y las creencias de su gente.

Hoy, el Templo de la Literatura sirve a los vietnamitas como lugar de paseo, de relajación, un escondite ideal para la lectura... Para nosotros los extranjeros, es una muestra auténtica y original de la arquitectura e historia vietnamita.

Ojo con la comida

Pero ahora volvamos al bullicio de las calles de Hanoi. Hay otro sitio clave que visitar en esta ciudad que nos ilustra la cotidianeidad de los vietnamitas. Es el Viejo Barrio Francés, convertido los 365 días del año en un enorme mercado callejero. Queda justo al norte del Lago Hoan Kiem, en el centro de la ciudad. Este viejo barrio, es un escenario insólito. Un laberinto de callecitas, flanqueadas por casas altas de dos o tres pisos pero con frentes súper angostos. Casas tubo, así las llaman. Se construyeron así para evitar pagar los impuestos con que se gravaban las casas según el ancho de su frente. Y cada callecita tiene el nombre del producto o mercadería que allí se vende tradicionalmente así que si precisan por ejemplo, comprar algunos metros de la famosa seda vietnamita, busquen la calle que se llame calle de la Seda: "Silk Street".

En el Viejo Barrio Francés, venden lo que se les ocurra. Y de cada cosa tienen stock como para abastecer a todo el país. Las mercaderías están todas a la vista, tapizando los frentes de las casas y las veredas. Tornillos oxidados, pajareras, ropa, artesanías, sábanas, toallas, carteras y zapatos imitando las marcas de los grandes diseñadores, relojes, bijou, herramientas de todo tipo, partes de autos, de bicicletas, de lo que ustedes estén precisando. ¿Y los precios? Para que se hagan una idea de lo barato que es todo o del daño que me ha hecho andar por los mercados de oriente, cuando les digan que algo cuesta más de dos dólares, es caro. No compren. Es que en realidad, son los vietnamitas los que consumen. No es un mercado para turistas por eso manejan esas cifras, accesibles para ellos mismos.

Los aromas que se respiran por las calles van a resultarles extraños y en ocasiones hasta intolerables, la verdad sea dicha. Especialmente a la hora del almuerzo, cuando todos los comerciantes, la familia entera, se sienta en la vereda a comer o a cocinar en el momento, arroz con algo, verduras, fideos o... perro. Y sí. Se ven pocos perros en Vietnam y ahí estábamos descubriendo por qué.

Paisajes rurales del norte…

Hemos cambiado de escenario. Dejamos atrás la ciudad capital, la ciudad de Hanoi para recorrer paisajes rurales del norte vietnamita... Los Monzones. ¡Vietnam recibe casi 2000 milímetros de lluvia al año!. La estación de los Monzones que va de Abril a Octubre, trae consigo además de la lluvia, el calor y la humedad. Desde la ventana de mi cuarto de hotel, en Halong, apenas si podía divisar el paisaje. Todo parecía estar cubierto por un espeso velo de agua. Ese primer día en Halong no pudimos salir del hotel. Pero a la mañana siguiente, ya no llovía y allí estaba... la mística bahía de Halong, una de las grandes maravillas de Vietnam, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Son 1500 kilómetros cuadrados de aguas esmeralda en la bahía de Tonkin. Esparcidas formando una especie de misterioso laberinto, más de 3000 islas de piedra que se levantan hacia el cielo. Algunas de ellas tienen cuevas en su interior que han servido de refugio a los vietnamitas en sus eternas luchas contra invasores.

Son muchas las leyendas en torno a esta bahía. Hay una que explica su origen. Cuenta que fue un dragón que vino desde las montañas corriendo hacia el Golfo de Tonkin y que con su cola fue rompiendo las montañas creando las islas. Será verdad o no... pero los navegantes de la bahía de Halong, todavía hoy insisten en que hay una criatura marina que cada tanto emerge de las profundidades de la bahía.

Eramos los únicos recorriendo la bahía esa mañana. Qué soledad y qué extraña energía. De pronto se apareció una barca con una mujer vietnamita a bordo. Vendía corales... "corals from halong Bay", decía. A un dólar, claro. Me lo traje de recuerdo. Para acordarme siempre de la bahía y del rostro de esa mujer: ajado, sufrido, aparentando seguramente muchos más años de los que tenía en realidad.

La mujeres vietnamitas

Trabajan duro, llevan sobre sus espaldas todo el peso de la familia. Y tienen poco o ningún poder de decisión. Por lo que nos contaron, supieron ser buenas luchadoras durante la guerra y le causaron bastantes dolores de cabeza a los americanos. Por los campos se las ve trabajando la tierra, cargando canastos de bambú con pesos de hasta 60 kilos, hasta trabajan en las construcciones. Llevan una vida dura, no tienen otra opción, y la transitan con paciencia de predestinadas.

Las recuerdo cosechando en los arrozales, con sus sombreros cónicos, sus caras cubiertas con un tapabocas, y hasta con guantes largos para cubrir sus brazos. No entendía cómo soportaban el calor. Es que resulta que según el concepto de estética vietnamita, las mujeres cuanto más blancas, más lindas. Por eso se protegían del sol. Marchan siempre en grupos, conversando en voz baja mientras trabajan, siempre con una sonrisa para el observador curioso. Aunque en realidad ellas parecían sentir curiosidad por mí. Se me acercaban, me miraban y me tocaban mis pestañas. "Beautiful", me decían. Les llamaba la atención mi rimel, me parece.

Así recuerdo el paisaje rural de Vietnam. Amarillo, verde. Conocí tonalidades de verde que nunca creí que existiesen. Las mujeres labrando la tierra y los niños campesinos, descalzos, sucios, jugando a la orilla de la carretera.

Marionetas sobre el agua

Existe una manifestación artística que es única en este país y que de hecho, hasta los años 60 con excepción del norte de Vietnam, era desconocida en el resto del mundo: me estoy refiriendo a los teatros de marionetas sobre el agua. Un espectáculo que integra música, canto y las representaciones de las marionetas que están talladas en madera, pintadas de colores vivos y laqueadas. Miden unos 50 centímetros de alto. A simple vista, parecen moverse por arte de magia sobre el agua, sobre una piscina que simula ser un lago o un estanque. En realidad, las marionetas están sujetas a palos de madera que mueven los artistas, escondidos detrás del telón. Pero el movimiento de los palos no se ve porque se hace debajo del agua. Los artistas detrás del telón, también están dentro de la piscina con el agua hasta la cintura. Las representaciones son siempre historias que tienen que ver con la vida cotidiana de los campesinos, en la que intervienen personajes reales como los propios campesinos y míticos como el dragón o el ave Fénix. Historias tan simples como trascendentes. Esas marionetas se mueven con un realismo que impresiona. Claro que no entendíamos lo que decían porque hablan en vietnamita. Pero no hacía falta entender lo que decían para comprender la historia.

Esa noche, en el Teatro Municipal de Hanoi, los espectadores éramos todos extranjeros, de distintas partes del mundo y por lo que conversamos a la salida, a todos nos impactó. Visualmente, nos impresionó la originalidad y la técnica del espectáculo. A un lado del estanque, el grupo de músicos que hacen sonar instrumentos como los gongs, flautas de madera, tambores, xilofones de bambú y el exótico Dan bau, un instrumento de cuerda, de una sola cuerda.

Estas compañías titiriteras tienen mucho éxito en el mundo. Van de gira por Estados Unidos, Europa y por qué no, tal vez algún día lleguen a Uruguay.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!Me interesa obtener la dirección o el sitio web de la uruguaya en Vietnam. Muchas gracias!
unasletras@hotmail.com

Clari dijo...

se nota que fue una experiencia unica e inolvidable
yo cuando saque mis vuelos a San Pablo pense que no iba a encontrar nada interesante pero fue impresionante lo que vivi en aquella ciudad.